LA LUCHA POR LA ELIMINACIÓN DE LA DIVISIÓN SEXUAL DEL TRABAJO
*Por Marta Martínez (integrante y candidata a legisladora de Autodeterminación y Libertad)
Las mujeres seguimos luchando por la eliminación de la división sexual del trabajo, la discriminación laboral y la doble jornada. Existe una relación intrínseca entre la división sexual del trabajo y la construcción de las relaciones de género. Entendiendo a las relaciones de género como relaciones sociales establecidas a través de jerarquías entre los sexos. De este modo, existe un fundamento de la división sexual del trabajo en las relaciones de género, se establecen relaciones jerárquicas, desiguales y asimétricas. Las mujeres, generalmente, obtienen trabajos relacionados con características de cuidado, minuciosidad y dedicación. Estas características se relacionan con la cultura que las forma, en cuestiones relacionadas con la maternidad y de allí se derivan los supuestos que hacen a la mujer con características específicas. Esto significa que las mujeres trabajadoras, ocupadas en este tipo de tareas más precarizadas, no se han formado mal sino que la sociedad las ha formado bien en pos de la reafirmación de los roles de reproducción/cuidado y producción. Las características que se encuentran en la base de la división sexual del trabajo se dan a raíz de las desigualdades sociales establecidas por la cultura androcéntrica. Es así que no solamente existe una división clara entre las profesiones y tareas determinadas para los sexos sino que la cultura androcéntrica provoca la desigualdad de trato y la discriminación de las mujeres en ciertos puestos de trabajo. Una de las manifestaciones claras de esta problemática es la inserción laboral de las mujeres en diferentes ramas de la actividad productiva y la diferencia entre remuneraciones de hombres y mujeres por igual tarea.
Por otro lado, las formas de discriminación que establece el mercado laboral hacia las mujeres tienen que ver con aquellas situaciones que pueden afectar a los dos sexos y, sin embargo, afecta a uno solo. Tanto por el reconocimiento como por el no reconocimiento del derecho puede quedar establecida la discriminación, o bien, el encasillamiento de la mujer y su rol. Uno de los ejemplos pertinentes en este caso es la licencia por maternidad, ampliamente distinta a la licencia por paternidad. El niño o la niña necesita del cuidado de ambos padres, sin embargo, la licencia para ello recae sobre la madre. Es por eso que luchamos por la ampliación de la licencia materna junto a la reserva de su puesto de trabajo como la extensión de la licencia paterna, entre otras medidas que colaboren con el cuidado compartido de los/las hijos/hijas. Es evidente que este tipo de medidas tienen que ver con la conceptualización de la mujer como madre, determinismo que también cuestionamos.
Finalmente, las mujeres suelen relacionarse con el mercado de trabajo sin dejar de estar presentes en la jornada de trabajo no remunerado que tiene que ver con el mantenimiento de lo doméstico. Es por eso que se establece que la jornada de la mujer es doble, en primera instancia cumple con sus horas de trabajo y, luego, realiza las tareas de la casa en otra parte de su tiempo. Como mencionábamos más arriba, la doble jornada, también tiene que ver con las relaciones de género. La mujer es, en la gran mayoría de los hogares, la encargada de las tareas domésticas y el cuidado de los/las niños/niñas y de los ancianos. Es decir, la mujer no solamente vende su fuerza de trabajo en el mercado sino que también facilita que el hombre venda su fuerza de trabajo liberándolo de las tareas domésticas y de cuidado.
Es así que, las luchas en las que nos involucramos las mujeres todos los días, tienen un carácter necesariamente contracultural, antipatriarcal y anticapitalista.