UN BALANCE PARA ENFRENTAR LO QUE VIENE
Los resultados electorales le dieron un respiro coyuntural al gobierno. Un logro, considerando que llegó a estas elecciones con la soga al cuello por la profunda crisis política y económica. Una crisis que no terminó de explotar gracias a las nuevas “relaciones carnales” que Milei, Caputo y su séquito de timberos tejieron con Trump, Bessent y el FMI. Escenas de intervencionismo explícito que se vieron antes y después de las elecciones. El apoyo inédito del imperialismo norteamericano al actual gobierno es proporcional a sus intereses geopolíticos en su disputa con China: “estamos consiguiendo un gran control en Sudamérica en muchos sentidos”, dijo Trump luego del triunfo de Milei. Un triunfo que no se explica porque crezca el apoyo y entusiasmo hacia al gobierno. Al contrario, lo que mostraron las urnas es una declinación en la confianza y en las expectativas del pueblo. Sin embargo, lo único que había enfrente con posibilidades reales de derrotar al gobierno en estas elecciones era un PJ/Fuerza Patria sumergido en una profunda crisis, sin ningún tipo de proyecto alternativo al de Milei que pueda dar respuesta al salto de calidad en el nivel de entrega al imperialismo. Frente a la extorsión de Trump y la incertidumbre que esto generó para muchos, el PJ/Fuerza Patria no fue opción para un importante sector del pueblo por esa falta evidente de un proyecto opuesto.
Pero en tiempos de alta volatilidad -sobre todo en el voto- es importante ver la película además de la foto electoral. Si el gobierno llegó con la soga al cuello a estas elecciones fue porque durante estos dos años el rechazo y el malestar a sus políticas de ajuste fue creciendo en el pueblo. Por algo la alianza oficialista (LLA + PRO) perdió casi 4 millones de votos si se la compara a lo que sumaron por separado en las presidenciales del 2023. Ese malestar también se expresó en algunos casos en luchas importantes como la histórica movilización universitaria u otras que contaron con un respaldo masivo como las de lxs jubiladxs, el Garrahan y la lucha por los derechos de la discapacidad. Luchas que podrían haberse desarrollado y crecido si no hubiese sido por el dique de contención que hasta ahora pudieron imponer la CGT y la CTA. Pero no fueron las únicas, también hay luchas como la de Techint en San Nicolás, la de cerámicas ILVA en Pilar, las reiteradas luchas en Aerolíneas, las luchas docentes en varias provincias, la de Gases Industriales Praxair, la enorme movilización autoconvocada en respuesta al brutal discurso de Milei en Davos, las movilizaciones feministas del 8 de marzo y la de repudio a los femicidios, entre tantas otras más.
La aplastante derrota que sufrió el gobierno el 7 de septiembre en la Provincia de Buenos Aires fue un síntoma de todo ese malestar que viene creciendo. Este 26 de octubre también se expresó. Muchxs lo hicieron votando, incluso “con la nariz tapada”, a un PJ en crisis (Fuerza Patria) que sin ningún proyecto de país solo ofrecía “frenar a Milei”; millones lo hicieron no yendo a votar (una opción que va creciendo como expresión de rechazo al conjunto del régimen político); y un sector del pueblo también lo hizo votando por el FIT-U que se ha ubicado como tercera fuerza a nivel nacional, incluyendo en esta oportunidad un resultado en CABA del 9% para diputados. De esta manera, el país “pintado de violeta” no puede ocultar que la mayoría del pueblo no le dio con su voto un aval al programa de ajuste y saqueo de Milei y de su amigo Trump. Pero hay algo mucho más profundo que el triunfo de Milei tampoco puede ocultar: el enorme desprestigio de la dirigencia política en general y la descomposición de esta democracia representativa al servicio de los intereses del poder económico. Por eso crece el “voto contra” más que el “voto a favor de”. La crisis de representación avanza.
Sobre esta crisis se montan los triunfos electorales de Milei, tanto en el 2023 como ahora. Frente al gobierno no hay nada. O, mejor dicho, sí lo hay: un vivo recuerdo de un pasado al que millones no quieren volver. No solo pesa el desastroso gobierno de Alberto Fernández, sino 40 años de una democracia capitalista que ha destruido las condiciones de vida de gran parte de las y los trabajadores y del pueblo en general, mientras la enorme riqueza que el mismo pueblo laburante ha producido se fue año tras año en pagos de la Deuda Externa (esa gigantesca estafa legitimada por todos los gobiernos) o se la fugaron los grandes grupos económicos dueños del país. La crisis del PJ/Fuerza Patria de hoy es justamente la falta total de un proyecto de país alternativo que rompa con estos intereses y priorice las necesidades populares. Scioli, Alberto Fernández, Massa (edulcorados cada tanto con la cuota de “pragmatismo” de aliados como Grabois), son la expresión personificada de esa profunda degradación. Sin duda esta crisis histórica explica por qué el PJ/Fuerza Patria no recogió prácticamente nada de los votos que perdió Milei estos dos años. La lucha y el debate por un proyecto alternativo se pone al rojo vivo.
Necesitamos pelear por construir desde abajo y sin dirigentes un proyecto de país (¡y de mundo!) alternativo
La palabra “crisis” proviene del griego antiguo (Krisis). Significa “decisión” o “resolución”. Y no va haber una resolución a esta crisis en favor del pueblo trabajador sin la decisión de la propia clase trabajadora. Y para eso tiene que irrumpir desde abajo autoorganizándose con sus propios métodos de lucha. Ser protagonista. Eso es lo que está planteando más que nunca. Lo que viene desde arriba, lo sabemos. Intentos de flexibilización laboral para garantizar mayor explotación, reforma previsional para profundizar las jubilaciones de hambre, reforma impositiva para beneficiar al poder empresario, mayor saqueo a nuestros bienes comunes y toda una economía atada a los pagos de deuda y a las exigencias del FMI. Para ello Milei cuenta con el respaldo de gran parte de la dirigencia política y con la complicidad de las principales centrales sindicales. Solo peleando desde abajo y sin dirigentes podemos frenar este programa antiobrero y antipopular y empezar a construir una alternativa opuesta a los intereses del poder económico.
En este marco la intervención del FIT-U tuvo el enorme valor de plantear un programa alternativo: el desconocimiento de la deuda, la ruptura con el FMI y con el intervencionismo colonial de Trump, el planteo de un sistema público del comercio exterior y bancario, la bandera de la lucha antipatriarcal y en contra del extractivismo, la solidaridad internacional con todas las luchas obreras y populares en el mundo, y un gobierno de la clase trabajadora y el pueblo. Sin embargo, si a ese programa no se lo vincula sistemáticamente con la necesidad de que la clase trabajadora lo haga propio enriqueciéndolo y luche por eso, termina quedando como un conjunto de “buenas medidas que tiene la izquierda” (que en el marco de un proceso electoral suele leerse generalmente como “proyectos a presentar en el Congreso”).
Lamentablemente creemos que eso fue lo principal que quedó de la campaña hecha por el FIT-U. Como lo señalamos oportunamente cuando les dimos nuestro apoyo proponiendo un voto crítico hacia ellxs, creemos que su excesiva autorreferencia sobre el propio rol de sus partidos y el de sus referentes (en las calles y en el Congreso) terminó eclipsando el lugar insustituible de la clase para las tareas de transformación planteadas. Muchas veces sus intervenciones públicas alentaban desmesuradamente expectativas en lograr bancas, interpelando al pueblo trabajador desde el lugar del “votante” y no de quien tiene que tomar la lucha en sus propias manos sin ninguna expectativa en el Congreso ni el Régimen. Mientras la clase dominante aprovecha cada campaña electoral para alimentar a través del voto la ficción de una democracia al servicio de sus intereses, la izquierda clasista tiene que intervenir en ellas para lo opuesto, para plantear una y mil veces que la clase trabajadora tiene que confiar en sus propias fuerzas autoorganizándose desde abajo y luchando por defender sus propios intereses, y construir su propia institucionalidad. Un planteo al que desde Autodeterminación y Libertad le sumamos, además, una tarea estratégica fundamental: la autodirección de la clase y el pueblo.
Una campaña centrada en estos ejes hubiese ayudado desde la propaganda a encarar las tareas de lucha que están planteadas. La dirigencia política y el gran empresariado ya empezaron a llevar adelante su agenda de ajuste, explotación y saqueo con el presupuesto y la reforma laboral promovida por el FMI. La gran tarea es enfrentarlas y derrotarlas. Hay que preparar, desarrollar y unir las luchas desde abajo, sin esperar nada de la CGT ni la CTA. Al contrario, hay que de denunciarlas y combatirlas. Tenemos que impulsar reuniones en cada lugar de trabajo y estudio, y en los barrios y asambleas donde se pueda. Discutir y empujar acciones con cada compañerx y con todas las agrupaciones políticas, sindicales y sociales que estén dispuestas a luchar. Promover desde abajo el máximo de unidad para construir un paro nacional y un plan de lucha, para que la reforma laboral no pase y sigamos hasta derrotar el programa de ajuste y saqueo del gobierno, el FMI y Trump.
Todo en el camino de ir construyendo una alternativa política donde no solo la economía del país (y del mundo) se organice en función de las necesidades populares y no de la ganancia empresaria, sino también construir una democracia de un nuevo tipo donde el pueblo trabajador decida todo, creando para ello sus propios organismos de decisión. En tiempos donde la barbarie capitalista se expande en todo el mundo con sus guerras, genocidios, destrucción, explotación y hambre, ese proyecto alternativo lo podremos construir encabezado por una clase trabajadora que se autodirija. El problema de tener dirigidos y no dirigentes se vuelve cada vez más acuciante, y la lucha por construir una alternativa a la barbarie del capitalismo se encuentra, para nosotrxs, indisolublemente ligada al problema de la dirección. Para las transformaciones de fondo e históricas que están planteadas, la clase y los pueblos de todo el mundo no necesitan dirigentes que los conduzcan sino confiar en sus propias fuerzas y decisiones de lucha. Único camino posible para la autoemancipación de las y los trabajadores. Aquí y en el mundo.

