Versión Taquigráfica de la exposición de los Legisladores de AyL ante la Ley Seca
Sr. Presidente .- Tiene la palabra la diputada Oliveto, a quien le recuerdo que tiene cinco minutos para hacer su exposición.
Sra. Oliveto.- Señor presidente: el caso del alcohol es una muestra de que el malestar se ha hecho cultura en los jóvenes. Toda prohibición sólo produce más deseo.
Desde el bloque Autodeterminación y Libertad nos oponemos a la prohibición.
El alcoholismo es una enfermedad social. La ebriedad ha sido un episodio habitual en la historia de la humanidad, quizás parte de una estrategia usada para la sobrevivencia. “El alcohol es un medicamento que no da su nombre; un medicamento que guarda un secreto, y el secreto es el miedo”.
¿Cuál es el miedo de los jóvenes de hoy? En los adolescentes, el alcohol es una conducta de retirada por la falta de accesibilidad a las estructuras de participación y decisiones sociales. Sus miedos tienen que ver con la falta de trabajo y con la falta de futuro. Desde diferentes posiciones, existe consenso en reconocer que la extensión de su abuso suele presentarse como un problema común en poblaciones expuestas a un alto nivel de estrés social que son, en general, los sectores más empobrecidos de la sociedad.
Hoy es parte del conocimiento social que la determinación de tomar una bebida alcohólica implica, para el que lo hace, decidir por una sustancia que, al mismo tiempo que constituye un condimento de la alimentación, es también una sustancia psicoactiva. Es decir que se trata de una sustancia que actúa sobre el sistema nervioso central con efectos, entre otros, ansiolíticos, antidepresivos y desinhibidores, para embellecer la realidad y hacerla más amable. ¿Y por qué habría que embellecerla?
El adolescente suele pensar, frente a esta política de prepotencia social y de falta de respuesta adecuada a la sociedad, “mi presencia es totalmente inoperante frente a un poder tan fuerte; no tengo nada que hacer en este conflicto”. Necesariamente, siente anomia, falta de interés, falta de proyectos y la indignación ha sido vencida por la arrogancia política y cultural.
Pero cuidado, que estos estados no son inalterables y por esto nos comprometemos a pelear. Frente a esta situación de falta de trabajo, o de posibilidad de estudiar, la retirada es la aceptación resignada de que las cosas se han perdido y habrá que diseñar, desde la química, desde la virtualidad, lo que no se ha decidido disputar en el mundo real. Una batalla perdida sin librarse; una retirada que mutila la vida y consolida situaciones como si fueran realmente inmodificables. La estrategia de supervivencia para un momento se ha convertido, finalmente, en un salvavidas de plomo que arrastra consigo, y hasta el fondo, la fuerza de una generación que tiene una nueva forma de subjetividad, nuevos sujetos sociales con potencias singulares, con valores y éticas diferentes. Y es responsabilidad de nosotros, como sociedad y como adultos, enfrentarla. No hay neutralidad posible, no debe haber distraídos.
Al alcoholismo no se lo evita reprimiéndolo.
La posibilidad de solucionar el alcoholismo no es mirar con tolerancia los
problemas que tenemos hoy, si no, hacernos cargo y repararlos.
La urgencia y necesidad no es el decreto, sino el compromiso para cambiar esta situación social de exclusión y hambre que induce al alcoholismo.