De cuando un bombo quedó huérfano
Crónica del asesinato de Lisandro Barrau
Siendo las 19:45 todas las voces se acallaron y la emoción reinó en la calle Cabildo al 200. Un grupo de bombos se acercó a las puertas de la comisaría 31 haciendo sonar una murga, pero era una murga distinta. Había un bombo que estaba solo, tenía una foto pegada que gritaba “Justicia” y no se dejaba tocar por nadie, hubo alguien que se encargó de que el responsable de tocarlo ayer a la noche no haya estado.
Marcelo Tedesco iba caminando por Nicaragua y Bonpland buscando a su amigo Lisandro para irse a bailar. En esa esquina un policía lo paró y, de muy mala manera, le pidió documentos y lo palpó contra la pared – escena que pensábamos había dejado de existir junto con los edictos policiales, pero parece que la institución policial ya se adelanta al nuevo Código de Convivencia-.
Siguió caminando un par de cuadras hasta que se encontró con Lisandro que iba en su moto, se subió y encararon nuevamente a esa esquina asesina. Unos metros antes de llegar a la esquina, 3 policías les salieron al paso. Mientras Lisandro intentaba una maniobra para no atropellarlos y mientras iba frenando sintió primero un manotazo que lo intentó tirar de la moto y luego un tiro que logró finalmente ese cometido. Matías Tarditti es el nombre del policía que nos hizo recordar las peores épocas de la represión pidiendo documentos sin ningún tipo de argumento, y él mismo fue quien apretó el gatillo del arma que terminó con la vida de Lisandro. Lamentablemente no sabemos los nombres de los otros dos que, no solo interrumpieron el paso de la moto, sino que luego del asesinato no quisieron llamar a una ambulancia ni llevar a Lisandro al hospital.
Alrededor de las 20:00 apareció en una esquina, sin ser visto por los medios, el hermano de Lisandro, Manuel con quién no solo comparto el barrio sino que también compartí varios vestuarios en Club Atlético Banco Nación. Por alguna razón, que todavía no puedo descifrar, no pude acercarme, no pude decirle nada, ni siquiera saludarlo. Será que hace mucho tiempo que no lo veía y, por ahí, este tipo de situaciones no están echas para reencuentros.
La murga iba acallando sus sonidos cuando el cinismo policial se hizo presente por segunda vez en el día. La primera había sido a las 8 de la mañana cuando la misma comisaría 31 puso un retén de control a nada mas que cuatro cuadras de la casa de Lisandro. Ésta, la segunda, empezó cuando un policía se subió al techo de la comisaría destrozada el día anterior para filmar a los manifestantes. Una provocación absoluta merecedora de huevazos y piedrasos que, lamentablemente, no lograron mover a ese soldadito que obedecía la orden debidamente. En ese momento entraron a la comisaría la madre de Mariano Wittis y dos de las madres de los chicos asesinados en Floresta para exigirle al comisario que deje de filmar. Afuera quedaron el padre de Sebastián Bordón y otras madres y padres que acompañaban el dolor de amigos y familiares.
Estaban los que tenían que estar, los amigos de la murga, los amigos de Excursionistas, los vecinos de Colegiales, los vecinos de Palermo, los familiares de victimas del gatillo fácil, y todos los que queremos que esta policía cómplice de la ida de los 30.000, no se siga llevando más, como algún grito recordó, de los 2000 que ya se llevó en estos años de democracia.