LA DESOCUPACIÓN Y PRECARIZACIÓN AFECTAN MÁS FUERTEMENTE A LAS MUJERES
* Por Marta Martínez (integrante de Autodeterminación y Libertad)
Recientemente el INDEC publicó un informe ampliado sobre el Mercado de trabajo y los Indicadores socioeconómicos (EPH) del primer trimestre 2017 con desagregado por sexo.
En dicho informe, además de observar las cifras de desocupación medidas por el organismo, distinguimos cuáles son las diferencias que se plantean en este ámbito entre mujeres y varones.
Derribando el mito de la mujer como una minoría el informe indica 51,9% de mujeres y 48,1% de varones en la población total, según el sexo designado al nacer dado que hay muchas identidades sexuales que no se clasifican en dicho binario. Tomando esta base de población total de los 31 aglomerados urbanos observamos también los siguientes datos:
* JEFES Y JEFAS DE HOGAR
Si distinguimos el sexo de lxs jefxs de familia, es decir, quien recibe el mayor ingreso en el grupo familiar encontramos que el 58,5% son varones y 41,5% son mujeres. Es decir que poco más de un tercio de los hogares en los aglomerados urbanos está a cargo de mujeres. Dentro de la población de jefas de hogar el 40,6% es menor de 50 años y el 59,,4% es mayor.
* LEGITIMIDAD EN EL ACCESO AL EMPLEO
Si observamos la tasa de actividad (población ocupada más la desocupada sobre la población total) veremos que existen 23 puntos porcentuales de diferencia entre mujeres y varones. Es decir que la tasa de actividad de las mujeres es del 46,1% mientras que la de los varones es de 69,6%, la tasa de actividad es considerablemente mayor en el caso de los varones. La tasa de actividad en mujeres de hasta 29 años es de 37,2% mientras que entre los 30 y 64 años la tasa en mujeres es de 64,1%. Esta diferencia podríamos atribuirla a la edad fértil de las mujeres, que comenzaría a disminuir a partir de los 30 años con lo cual pasaría de la inactividad -no tener ni buscar activamente empleo- a buscarlo y ocupar la Población Económicamente Activa (ocupadxs + desocupadxs). Esto no quiere decir que las mujeres no trabajen, sino que lo hacen fuera del mercado es decir no son asalariadas, no reciben un salario por los trabajos domésticos y de cuidado que realizan. Esto quiere decir que las formas de empleo y desempleo son indicadores que se constituyen a través de normas y reglas sociales vigentes, con lo cual el significado de los
segmentos de empleados/as, desempleados/as e inactivos/as también nos habla de un entramado social determinado en parte por el patriarcado. La mujer en primer término “debe” ser madre o criar a lxs hijxs, por lo que se ve excluida del mercado laboral. Es decir que la incorporación de la mujer al mercado de trabajo ha sido una conquista pero, al mismo tiempo, dicha incorporación ha sido para el capitalismo una vía para contrarrestar la caída tendencial de la tasa de ganancia aumentando la tasa de plusvalía.
* EMPLEO Y DESEMPLEO
La tasa de empleo en los varones es más de veinte puntos porcentuales superior a la tasa de empleo de la mujer. Mientras los varones en los aglomerados urbanos tienen una tasa de empleo de 63,7% las mujeres se encuentran empleadas en un 41,4%. La desocupación afecta también mayormente a las mujeres, siendo la tasa de desocupación general 9,2% y la de los varones 8,5% la tasa de desocupación de las mujeres es de 10,2%. Es decir que las mujeres sufren la desocupación cerca de dos puntos más que los hombres. Pero esta brecha de desocupación se agranda en mujeres y varones de hasta 29 años de edad. Las mujeres que teniendo menos de 29 años buscan activamente empleo y no lo consiguen es de 20,1% mientras que los hombres de la misma edad tienen una tasa del 17,2%. Como decíamos anteriormente la falta de trabajo aparte de afectar a toda la población en general lo hace principalmente respecto de mujeres jóvenes.
* BRECHA SALARIAL Y TRABAJO EN NEGRO
Además de la legitimidad para el acceso a los puestos de trabajo hay que considerar otros dos hechos no menores en la relación de la mujer con el mercado laboral: el techo de cristal y el piso pegajoso. Por un lado, el techo de cristal refiere a las pocas posibilidades que las mujeres tienen de desarrollarse en los puestos de conducción de su actividad laboral, o bien, en la carrera laboral en general. Este techo tiene lugar por la segregación de la mujer y la obligatoriedad de realizar las tareas domésticas. En caso de que la mujer quiera incorporarse al mercado laboral lo podrá hacer en tareas más operativas, menos calificadas, dejando las conducciones a quienes se ocupan de “lo público y la producción”, es decir, los hombres.
Del mismo modo, el término piso pegajoso refiere a las dificultades que tienen las mujeres para ascender en puestos donde desarrollen actividades, o también, en sus carreras profesionales. Es como ese imán imaginario que a través de una fuerza exterior a las mujeres, es decir no por voluntad propia, se ven en la situación de permanecer muchos años realizando la misma tarea. Esto además de la alienación del trabajo en el sistema capitalista se relaciona con la cultura patriarcal que no legitima el trabajo de la mujer dentro del mercado laboral.
Por otro lado, nos encontramos también con la segmentación horizontal, las mujeres generalmente ocupan aquellas labores o profesiones que refieren a cuestiones del cuidado, de la organización, de lo emocional. Es decir que son una extensión de los roles domésticos que la mujer está obligada a reproducir, es decir, son labores o profesiones feminizadas.
Según el informe el trabajo de asalariados sin descuentos jubilatorios, es decir trabajo precarizado y en negro, llega al 33%. Este dato no se encuentra desagregado por sexo, sin embargo, entendiendo que las mujeres en esta cultura patriarcal están menos legitimadas para incorporarse formalmente al mercado laboral dadas las obligaciones en la atención y cuidado de lxs hijxs, podemos decir que las afecta más fuertemente. En el trabajo formal el promedio de la brecha salarial entre mujeres y varones es del 27%, en el trabajo en negro esta brecha puede llegar al 40% siempre en favor de los varones. Tanto en el trabajo formal como en el informal, como consecuencia de la cultura patriarcal, la mujer tiene doble jornada de trabajo, horas por las que recibe un sueldo a cambio y horas de trabajo doméstico y de cuidado por las que no recibe nada a cambio favoreciendo al capital.
La falta de legitimidad en el acceso a puestos de trabajo, la obligatoriedad de la maternidad y el trabajo en negro sin cargas sociales que cubran los cuidados en salud por ejemplo o los aportes jubilatorios mantienen a la mujer en una situación de ahogo económico y precarización de su vida.