¡ABAJO EL GOLPE EN BOLIVIA!
* Por Sebastián Blanchard, militante de AyL
La denuncia y el enfrentamiento a este golpe debe ser la primer tarea de los trabajadorxs y sectores populares ya que de consolidarse este ataque sería grave para el pueblo boliviano y para las perspectivas de los pueblos de la región y del mundo que peleamos por la emancipación del pueblo trabajador aquí y allá.
Un golpe llevado adelante por una alianza circunstancial de poderosos grupos económicos y grupos cívicos oligarcas y fascistoides en complicidad con la policía y el Ejército, la Iglesia Católica y los medios de comunicación, y que contó con el respaldo clave del imperialismo yanki a través de la OEA para darle la estocada final.
Una alianza circunstancial porque, lejos de venir preparando el golpe desde hace tiempo, la política que se venían dando las multinacionales y empresariado en general de Bolivia era, desde el 2016 (con el referéndum), reemplazar a Morales vía elecciones.
Siguieron esa vía durante tres años encolumnándose mayoritariamente detrás de la candidatura del ex presidente Carlos Mesa, hasta que vieron que esa opción corría riesgo tras el resultado electoral que daba ganador en primera vuelta al MAS y que Morales vacilaba. Allí se decidieron por la vía golpista, aprovecharon para avanzar hacia La Paz y tomar el Gobierno aprovechándose del descontento popular acumulado contra el gobierno. Una alianza tan efectiva para derrocar a Morales como débil para mantenerse en el poder por demasiado tiempo o, incluso, para presentar un proyecto en común que les permita ir unidos en las próximas elecciones.
Una ofensiva del poder económico en defensa propia
Como dijimos, para dar el golpe se juntaron rápida y circunstancialmente una serie de actores que rompieron el “pacto de No agresión” que tenían con Morales desde al menos 2008. Contrariamente a lo que sostienen algunos, entre los motivos de la ruptura entre Morales y esos sectores del rico oriente boliviano ligados a los negocios agro-exportadores y extractivistas, se encuentra la creciente debilidad de su Gobierno para garantizar la rentabilidad y estabilidad de los negocios empresarios del modo que lo venía haciendo, a tal punto de que el modelo económico bolviano, como lo repite Evo una y otra vez, era constantemente elogiado por el FMI, el BID y el Banco Mundial.
La crisis económica y política mundial y la baja en el último período del precio de las materias primas, fundamentales para países con economías primarizadas como las de Bolivia venía desnudando las limitaciones del proyecto del MAS. Los hechos demuestran que el gobierno de Morales ya no tenía la fuerza necesaria para imponerle al pueblo una ampliación de los proyectos extractivistas y la expansión de la frontera agrícola que le exigían desde el poder económico. Sucedió con la anulación del aumento de gas oil en el 2010, el conflicto en el TIPNIS en el 2011, las protestas tras los incendios en la Chiquitanía (amazonia boliviana), o la última derogación del acuerdo con una empresa alemana para la explotación del Litio en la zona de Potosí. En esos casos, entre otros, el Gobierno primero avanzó con los negocios de acuerdo al gran capital, pero en reiteradas veces tuvo que dar marcha atrás a causa de la resistencia popular. Evo Morales ya no daba las garantías de firmeza y poder político para controlar su base social.
De esta forma, los golpistas aprovecharon el malestar de importantes sectores del pueblo que ya venían tomando distancia del gobierno por la creciente burocratización, la cooptación y división de los movimientos sociales o el desconocimiento del referéndum de 2016 para seguir en el cargo, malestar que se agudizó luego de las denuncias de fraude. Las movilizaciones opositoras que exigían el ballotage fueron cada vez más masivas y violentas, con fuertes rasgos racistas contaron con la complicidad de la policía acuartelada y terminaron reclamando la renuncia de Morales y García Linera. Una olla de presión que terminó por estallar tras la maniobra de la OEA que insinuó, con un informe a las apuradas y muy cuestionado, un fraude de Morales. Para ese entonces la burocracia de la COB (algunos de sus dirigentes se incorporaron al gobierno golpista) y de sindicatos mineros, que luego se sentaron a la mesa a negociar la pacificación con los golpistas, salieron a “sugerirle” también la renuncia horas antes de que lo hagan el Ejército y el Episcopado. Una enorme traición a la clase obrera significó la adhesión al golpe de la dirección de la COB (Central Obrera Boliviana).
Avanzada así la dinámica del proceso, el “cívico” cruceño y empresario del gas Camacho en alianza con el comité Cívico de Potosí desplazaron a los opositores “moderados” y entraron al Palacio del Quemado blandiendo la biblia y pisando la Whipala. Santa Cruz y Potosí, son justamente dos zonas muy ligadas a los negocios agro exportadores y extractivistas.
Ir a fondo y luchar…o retroceder.
Frente a este escenario, Evo Morales y la dirigencia del MAS, en vez de movilizar y llamar a luchar para enfrentar el golpe, o rodearse de la solidaridad de los demás pueblos de la región hicieron todo lo contrario: Morales, desde México convocó al dialogo y la pacificación con los golpistas, y la bancada del MAS apostó siempre al camino institucional-parlamentario, reconoció a Añez como legítima presidenta y comenzó a negociar una “pacificación” de cara a nuevas elecciones incluso con la escandalosa proscripción de la candidatura de Morales. Todo ello lógicamente contó con el visto bueno de aquellos mismos que propiciaron el golpe. Mientras en El Alto y el trópico de Cochabamba miles de trabajadores y campesinos sí se movilizaban contra el golpe y eran duramente reprimidos por el ejército dejando el saldo de 35 muertos.
Es imprescindible poner en el centro la denuncia y el enfrentamiento al golpismo en la mayor de las unidades para impedir el avance de estos intentos de hacer retroceder las condiciones de vida y los derechos democráticos del pueblo trabajador. Desde un primer momento desde AyL planteamos el repudio y la unidad para enfrentar el golpe. Con el golpismo no se puede dialogar, en el imperialismo no se puede confiar. Se lo enfrenta con lucha y movilización, o se retrocede.
Al mismo tiempo, la situación boliviana expone los límites y las consecuencias de una nueva y dramática experiencia de gobierno “populares” que no avanzan en reformas estructurales contra el poder económico y sus instituciones que abran paso a construir otro tipo de sociedad, con participación obrera y popular real. Así como demuestra la urgente necesidad de que sea el pueblo el que auto organice y se auto dirija para llevar adelante los cambios estructurales necesarios, donde la prioridad esté puesta en las necesidades populares y sea el pueblo trabajador el que tome las decisiones del país, sin depender de dirigentes iluminados que los dirijan desde arriba. Empezando hoy por derrotar al golpismos y a sus cómplices.
Contrariamente a lo que algunos sectores permanentemente alertan explícita o implícitamente que “No hay que ir a fondo, miren lo que pasa o lo que puede pasar por hacerlo” se demuestra más imprescindible que nunca que si no hacen cambios económicos e institucionales de fondo, se repetirán experiencias con desenlaces dramáticos como las que vemos en Bolivia o Venezuela.