A PESAR DE LAS CONDICIONES, LAS MUJERES SIGUEN LUCHANDO
*por Marta Martínez (integrante de Autodeterminación y Libertad)
El 22 de julio, con Fernando Vilardo y Gerardo Romagnoli, recorrimos el Centro Integral de la Mujer “Elvira Rawson” y un refugio que brinda alojamiento seguro para mujeres en situación de violencia de alto riesgo. En la visita a dichos centros también estuvieron Del Corro (PTS), Ramal (PO), Conde (FPV) y Ferreyra (FPV).
Para el 2016 el presupuesto de la DGMuj representa el 0,07% del presupuesto total de la ciudad y la planta de trabajadoras se redujo a casi la mitad en menos de diez años. La demanda de ayuda por parte de las mujeres, por supuesto, no disminuye al igual que los esfuerzos y las horas de compromiso de las trabajadoras. Los ámbitos donde atienden a lxs niñxs y a las madres son reducidos, los horarios de atención se coordinan para no superponerse y han clausurado el sótano donde se atendían a más mujeres. La falta de espacio y profesionales hicieron que hoy estén suspendidas las incorporaciones de niñxs que sufren maltrato, suspendiéndose a la vez la vinculación con los adultos protectores. Se hacen 450 admisiones al año y hay 4 psicólogas, 2 abogadas y 1 administrativa para asistirlas y articular con otros organismos.
En el refugio donde se alojan las mujeres que han pasado situaciones de extrema violencia las condiciones son paupérrimas. A pesar de conocer la situación de riesgo en la que se encuentran, el lugar no cuenta con garita de seguridad ni monitores externos, entre la puerta con personal de seguridad y el refugio propiamente dicho no hay comunicación y el botón antipánico es inalámbrico por lo que hay que estar cerca del dispositivo central para activarlo. Como consecuencia, las mujeres no solamente viven atemorizadas por la situación en la que transcurre su vida sino también por las condiciones del lugar, al igual que las trabajadoras que allí las atienden y a las que se encuentran expuestas. Por la falta de personal, por ejemplo enfermeras, las mismas trabajadoras son las que tienen que suplir dichas tareas. Además de no contar con las profesionales necesarias no tienen insumos como alcohol en gel. También faltan insumos informáticos para actualizar información, impresora, sillas, picaporte de puertas, estufas con seguridad, y un largo etcétera. Otra de las faltas significativas es la de la supervisión externa para el refugio, dado que los abordajes son complejos muchas veces atravesados por problemáticas de adicciones y enfermedades psicológicas, tampoco hay convenios con hospitales para atención rápida en situaciones de emergencia. Son las mismas profesionales las que acompañan a las mujeres fuera del refugio y quienes permanecen con ellas dentro de él. Podría describirse el jardín y la escuelita con dos palabras: humedad y frío. Ninguna de las salas donde lxs niñxs juegan y aprenden tiene calefacción mientras la humedad va trepando las paredes. Este refugio tiene lugar para 40 personas, es decir, madres e hijxs en total. Hoy el refugio está ocupado por 35 personas, es decir solo quedan disponibles 5 lugares en total, entre mujeres y niñxs.
Las mujeres que viven en el refugio no pasan desapercibidas, escriben carteles, frases, fechas, canciones… en muchos lugares se lee “NI SOMETIDAS, NI MALTRATADAS. LIBRES Y EMPODERADAS”.
Está a simple vista la revictimización que sufren las mujeres que viven allí y la violencia institucional que las margina junto a sus hijxs. Para ellas ese refugio significa una vida sin golpes, sin maltrato de los hombres que las han hecho sufrir, muchas veces hasta quedar al borde de la muerte. Sin embargo, no es una vida sin violencia, las instituciones se encargan de manifestarles que no les darán recursos para facilitar su recuperación, es solamente gracias a las trabajadoras que todos los días se esfuerzan por ayudarlas que pueden ver un futuro sin tanto sufrimiento.