BOLIVIA: LA DERROTA AL GOLPISMO Y LOS DESAFÍOS QUE SE ABREN PARA EL PUEBLO TRABAJADOR
- Por Marta Martínez y Fernando Vilardo.
El contundente triunfo del candidato del MAS, Luis Arce, es el corolario de un masivo proceso de luchas democráticas del pueblo boliviano contra el Golpe de Estado del año pasado. Y en ese sentido representa un gran triunfo de ese pueblo contra sectores profundamente reaccionarios y racistas del poder político, empresario, la Iglesia y las FF.AA. Pero lejos de un punto de llegada, ese triunfo significa un enorme desafío para ese mismo pueblo que tan heroicamente ha venido luchando en defensa de sus libertades democráticas.
La experiencia de los últimos tiempos en Bolivia pone en superficie y al rojo vivo los límites de los caminos tradicionales construidos desde arriba. Un proceso que se inicia a comienzos del 2000 como parte de las históricas y masivas luchas populares por la nacionalización de los hidrocarburos y el agua, termina siendo canalizado institucionalmente con la llegada del MAS y de Evo Morales al poder que desde el comienzo despertaron enormes expectativas. Pero a poco de andar toda esa potencialidad y fuerzas generadas desde abajo, se vieron fuertemente contenidas por un gobierno que, una vez llegado al poder, en tiempos de importantes ingresos de dólares por los precios de los commodities, desplegó una serie de políticas distributivas, pero a cambio de profundizar el saqueo, la contaminación y la explotación de la fuerza de trabajo. Esto lo fue llevando a constantes roces con diversos sectores de la población que enfrentaron esas políticas del gobierno, por ejemplo, con el Gasolinazo en el 2010 o el conflicto en el TIPNIS al año siguiente, por mencionar solo algunos.

TPNIS. Una de las movilizaciones indígenas durante el Gobierno de Evo Morales contra el proyecto de la carretera en el parque nacional.
Se produjo así una tensión entre las posibilidades de ir a fondo con las transformaciones o mantenerse junto a la burguesía que le exigía lo contrario. Se profundizó la tensión y consiguiente desprestigio del gobierno a pesar de las importantes mejoras que le podrían haber dado mayor fuerza para avanzar contra el poder hacia una salida socialista, pero el gobierno de Morales optó por conciliar con el poder económico.
El aumento de la conflictividad social, y las exigencias de mayores ajustes y expansión del extractivismo, incrementaron la necesidad del poder económico de buscar rápidamente un sustituto a Morales que le garanticen gobernabilidad para una etapa de mayor conflictividad social.
Mientras tanto las cooptaciones gubernamentales, la falta de rotación en los cargos, las divisiones de las organizaciones sociales promovidas artificialmente por Morales y García Liñera, sumado a los intentos de profundización de esas políticas de saqueo y extractivistas, fueron acentuando las distancias con importantes sectores obreros, campesinos e indígenas, que cada vez sentían con mayor impotencia cómo las ilusiones y proyectos construidos al calor de las luchas de comienzos del nuevo milenio se perdían por los laberintos institucionales que proponía el Gobierno.
Entre la presión del pueblo por cambios de fondo y la presión de las burguesías, el gobierno de Morales continuó por el camino de lo posible, cediendo a los pedidos de la burguesía inclusive a costa de su propio desprestigio que fue lo que mostró la pérdida del plebiscito. Luego de ello tampoco cambió la política ni abrió la posibilidad de democratizar las decisiones, siguió profundizando el modelo de saqueo a la población inclusive violando las propias normas burguesas.
Pero todo ese proceso de lucha y movilización, que como dijimos terminó coronando la derrota al golpismo en las pasadas elecciones, abre para los próximos años enormes desafíos para el pueblo boliviano, que serán, desde ya, años mucho más duros que los anteriores por la crisis capitalista global que, en países como los nuestros, empuja a políticas de mayor extractivismo y saqueo por la necesidad de dólares.
Las ilusiones de cambio quedaron transitoriamente sepultadas, el camino del posibilismo tuvo el corolario de un Golpe promovido por un sector fascistoide y xenófobo del poder político y económico, que vio la oportunidad de sacar a Morales aprovechando el descontento popular y las maniobras del mismo Morales para mantenerse en el poder.
El inmediato proceso de movilización y lucha del pueblo boliviano que enfrentó físicamente aquel Golpe, incluso con cientos de muertes a cuestas por la brutal represión del gobierno de Añez, contrastó con el llamado a la “paz y al diálogo” que propiciaba el MAS mientras, dentro del Congreso, negociaba una nueva salida electoral con los asesinos del pueblo (tanto que hasta Camacho pudo terminar presentándose a elecciones).

Masacre de Senkata. por este hecho y por la represión en la localidad de Sacaba, la golpista Añez puede ser juzgada.
Pero todo ese proceso de lucha y movilización, que como dijimos terminó coronando la derrota al golpismo en las pasadas elecciones, abre para los próximos años enormes desafíos para el pueblo boliviano, que serán, desde ya, años mucho más duros que los anteriores por la crisis capitalista global que, en países como los nuestros, empuja a políticas de mayor extractivismo y saqueo por la necesidad de dólares.
Estamos convencidos que la experiencia de los últimos tiempos en Bolivia pone en superficie los límites y obstáculos que representan esos caminos tradicionales construidos desde arriba. Los límites y obstáculos que promueve el “posibilismo” que no hace otra cosa que atarle las manos a los pueblos, conteniendo sus luchas y sus aspiraciones extorsionándolo con que “no hay fuerzas suficientes” y que luchando “se le “hace el juego a la derecha” (golpista o no). Fuerzas políticas que dicen que “hay que ir de a poco”, con pequeños cambios, dentro del marco de lo “posible”, y mientras tanto el pueblo debe esperar hasta que haya mejores oportunidades para avanzar. Muy por el contrario, la experiencia dramática en Bolivia parece demostrar lo opuesto: cuando se “espera” el desenlace es peor. Por eso la tarea de la hora es construir una camino de lucha diferente e impedir nuevas frustraciones.
Un camino que solo podrá recorrerse con la auto-organización de los y las trabajadoras y el pueblo en general para tomar desde abajo la lucha que permita lograr las transformaciones económicas e institucionales de fondo para construir una verdadera alternativa al servicio de sus propios intereses y necesidades.