UN GOLPE ELECTORAL EN LA LUCHA CONTRA EL AJUSTE DE MILEI Y EL FMI
La paliza electoral que recibió el gobierno el domingo pasado tiró abajo de un plumazo la idea, que el gobierno y sus medios afines quisieron instalar, de que el pueblo acepta o avala el ajuste (un “ajuste con votos”). Por el contrario, el resultado electoral en la provincia de Buenos Aires mostró el profundo rechazo popular al programa de ajuste de Milei, del FMI y de los grandes grupos económicos representados por un amplio abanico de fuerzas políticas.
Pero esto no fue un hecho aislado. Es el resultado del malestar y la bronca que se fueron acumulando en un sector muy importante del pueblo trabajador. Y eso se fue expresando en distintas luchas obreras y populares, como la lucha universitaria (con un rol destacado del movimiento estudiantil), la de lxs trabajadorxs de la salud (como el Garrahan y el Bonaparte), las luchas docentes en varias provincias, la de los jubilados y jubiladas de enorme repercusión y simpatía popular, la de los derechos de las personas con alguna discapacidad y de los trabajadores y trabajadoras que las atienden, la potente marcha empujada desde abajo por el movimiento feminista y LGBT+ (luego del nefasto discurso de Milei en Davos), y diferentes luchas obreras de fábricas en defensa del salario y los puestos de trabajo. Algunas de esas luchas lograron triunfos provisorios como las del INTA, el INTI, Vialidad, la de las familias con personas con discapacidad y otras, pero la mayoría no pudieron tener mayor desarrollo ni articulación gracias a la enorme traición de las principales centrales sindicales como la CGT y la CTA. Varias empezaron a tomarse desde abajo para sostenerlas como respuesta y contrapeso a la inacción de esa dirigencia, incluso arrancándoles tres paros generales. La impactante lucha del Garrahan, que lleva meses peleando por salarios dignos y enfrentando la amenaza de vaciamiento, se ha mantenido fuerte hasta hoy por la numerosa participación y decisión unitaria de sus trabajadores y trabajadoras y la enorme simpatía popular que la rodea extendida por todo el país, e incluso en el exterior.
En el medio de ese proceso de bronca acumulada y luchas llenas de obstáculos para potenciarlas, se dieron las elecciones del domingo en la provincia de Buenos Aires y todo ese malestar terminó expresándose en los resultados allí, uno de los lugares más castigados por el ajuste mileísta y particularmente afectado por el profundo retroceso de la actividad industrial (que golpeó duramente al trabajo y los salarios). Una elección que claramente terminó nacionalizándose, donde la enorme mayoría expresó de diferente manera el rechazo al gobierno, utilizando en muchos casos una herramienta en crisis como el PJ (quizás en el peor momento de una crisis que es histórica) o directamente no yendo a votar o votando en blanco (si se calculan no solo los votos emitidos sino la totalidad del padrón electoral, la abstención y el voto en blanco pasarían a ocupar el primer lugar con más del 40%). De forma similar a otras elecciones provinciales este año, el muy alto número de quienes eligen no ir a votar está marcando la profunda crisis de representación en desarrollo y el rechazo al conjunto de la dirigencia política, que gobierna priorizando siempre los intereses del poder económico.
Sobre esa crisis de fondo, el resultado electoral del Frente de Izquierda no expresó un crecimiento en votantes ni en bancas. Es cierto que no hay todavía un corrimiento significativo hacia posiciones más de izquierda en sectores del pueblo y ese es un límite objetivo. También consideramos las dificultades que tienen siempre las fuerzas de izquierda, y las sufrimos. Sin embargo, da la impresión de que el FITU no pudo interpelar al menos a una pequeña parte de esos millones que se abstuvieron, muy probablemente con bronca o malestar hacia los partidos tradicionales del régimen, o de quienes, repudiando a Milei, votaron a Fuerza Patria tapándose la nariz. De cualquier manera, y más allá del resultado electoral, lo que es de lamentar es que fuerzas clasistas, extraparlamentarias y anticapitalistas como las del Frente de Izquierda no tengan como principal eje de todas sus intervenciones públicas y de toda la campaña (a diferencia de sus elaboraciones teóricas) las tareas de lucha, autoorganización y protagonismo que le proponen asumir a la clase trabajadora y al pueblo. Fraternalmente pensamos que hay una excesiva autorreferencia sobre su propio rol y el de sus candidatos y candidatas, diputados y diputadas (en las calles y en el Congreso) y se pierde o desaparece el destacar prioritariamente el imprescindible rol de la clase obrera y el pueblo para poder lograr, con sus luchas y organización independiente, transformaciones de fondo. Cambios que para lograrse requieren simultáneamente aprovechar las campañas y bancas para desalentar y combatir, una y otra vez, las ilusiones que aún subsisten en especial en el Congreso, en sus Comisiones y en sus cargos.
Muy probablemente el resultado de las elecciones en la Provincia de Buenos Aires genere un estímulo para miles de luchadores y luchadoras, y para un sector enorme de la población. Al mismo tiempo implica un gran desafío impedir que todo el proceso de lucha que se fue desarrollando todo este tiempo termine canalizándose electoralmente, reeditando el “hay 2019” de la campaña que terminó con la elección de Alberto Fernández. En ese momento la excusa de la dirigencia gremial para no convocar a luchar contra el ajuste de Macri era la expectativa de cambio de gobierno, sin ningún proyecto alternativo al del FMI y los grandes grupos económicos. El resultado de esa experiencia fue tan desastroso que terminó con Milei en el gobierno.
Ni antes ni ahora el PJ-K(icillof) tuvo ni tiene un proyecto que rompa con el FMI, la monumental estafa de la Deuda Externa ni la estructura económica súper concentrada y extranjerizada que nos explota, saquea y contamina, y asfixia nuestras condiciones de vida. Por eso frente a esta profunda crisis capitalista y a la descomposición de un régimen político corrupto y al servicio del poder económico, hay que seguir construyendo poder desde los trabajadores y el pueblo. Porque la tarea es derrotar a Milei, pero también a toda su política económica atada a los acuerdos con el FMI, al pago de la deuda y a aspectos estructurales de saqueo multinacional y extractivista que son respaldados por gran parte de la dirigencia política, empresarial y sindical.
Más que nunca hay que seguir empujando y uniendo las luchas -hoy la lucha del Garrahan y de los trabajadores y trabajadoras de las Universidades junto a los estudiantes- desarrollando tanto como se pueda procesos de auto-organización en los lugares de trabajo. Enfrentando a la burocracia sindical y a la dirigencia traidora decidiendo desde abajo y sin dirigentes, sino con dirigidos. Todo en el camino de construir un paro nacional y un plan de lucha que nos permita no solo acabar con este brutal programa de ajuste, sino también ir construyendo los cimientos de una sociedad alternativa al capitalismo, priorizando siempre las necesidades obreras y populares, en la que sea el pueblo trabajador quien decida todo.