OBSERVACIÓN AL TRATADO SOBRE TERRORISMO
Buenos Aires, 18 de septiembre de 2002.-
Señor Presidente
Cámara de Diputados de la Nación
Diputado Eduardo Caamaño
Tengo el agrado de dirigirme a usted a efectos de formular Observación al Orden del Día Nº 938/02 que contiene el dictamen de las Comisiones de Relaciones Exteriores y Culto y de Legislación Penal referente al expediente 6 – S – 2002 sobre el proyecto de Ley en revisión por el cual se propone aprobar el Convenio Internacional para la Represión de los Atentados Terroristas cometidos con bombas, abierto a la firma en Nueva York – Estados Unidos – el 12 de enero de 1998. La presente Observación se formula conforme a las disposiciones del artículo 113 del Reglamento de esta Cámara.
Las razones de esta Observación tienen en cuenta fundamentalmente el enorme peligro que entrañan las disposiciones de esta Convención para todos los países que la aprueben considerando la brutal política de agresión imperial que desarrolla EE.UU. contra el resto de los pueblos. Baste que nos refiramos a la agresión anunciada contra Irak ya que como señaló Condoleeza Rice, consejera de seguridad norteamericana, ante la BBC de Londres, “Para los Estados Unidos derrocar a Saddam Hussein, es un deber moral. No hacer nada sería un lujo” (Clarín, 13 –08 – 02). Es decir los EE.UU. se arrogan competencia para decidir que gobierno o régimen político debe tener otro país y justifican desencadenar una guerra y producir las muertes que sean necesarias para concretar ese derecho que nadie les dio ni les da. Una voz autorizada y respetada como el intelectual norteamericano Noam Chomsky ha considerado a Hussein como un “criminal y dictador brutal”. Coincidimos con Chomsky. Pero a ese dictador lo armó durante años los propios EE.UU. cuando era su aliado durante el sangriento conflicto iraní-iraquí. Ahora representa al “terrorismo” y al “Mal”. Antes y después lo que guió el accionar estadounidense fue el olor a petróleo y no principios éticos o jurídicos. Menos aún en estos momentos. Como bien lo revela el inmoral reclamo de guerra del columnista del New York Post, John Podhoretz, cuando para urgir a Bush a que desencadenara la agresión a Irak confesaba: “Ud. tiene problemas políticos, Mr. President. Necesita cambiar el tema. Tiene a mano el mejor medio para cambiarlo. Úselo.”. (Página 12, 14 de septiembre último, pág.6). Y agregaba: “Sus enemigos le lanzarán feas acusaciones –escribe- y al menos una de ellas será cierta: que Ud. eligió el momento de comenzar la guerra por razones políticas (alude a la necesidad de Bush de protegerse de los escándalos de la Enron, la Worldcom o Andersen y las cercanías de las elecciones). Pero que importará eso. Ni al pueblo ni a la historia va a importarles…”.
Especialmente, remarco este peligro, en los último tiempos y considerando las afirmaciones públicas del actual gobierno norteamericano de ubicar sus decisiones por fuera de todo control legal y de toda normativa convencional incluso de las propias Naciones Unidas a la que suelen controlar. Valga recordar la reciente exigencia a Argentina de un “Tratado Bilateral de inmunidad” que excluya la posibilidad de que el accionar ilícito de sus soldados pueda caer bajo la competencia del flamante Tribunal Penal Internacional –que además se ha negado a firmar para evitar precisamente que la actuación de sus soldados en el extranjero pueda eventualmente ser juzgada- exigencia que pone como condición para realizar ejercicios conjuntos con el Ejército de aquí. O sea EE.-UU. proyecta actuar cada vez más fuera de sus fronteras y planifica realizarlo de manera criminal y terrorista. Se prepara para tirar bombas donde haya intereses económicos que defender o que saquear pero se asegura que no haya convención alguna o Corte Penal que pueda juzgar sus crímenes.
Es inaceptable desde todo punto de vista la aprobación de esta Convención. Sus normas –incluso- pueden ser usadas para justificar el propio accionar terrorista norteamericano, accionar terrorista que pretendidamente en general la Convención invoca combatir. Una interpretación soberana de sus normas por algún país distinta a la interpretación norteamericana puede justificar que ese país sea ubicado del lado del “Mal” y por lo tanto justificar acciones bélicas “preventivas” contra el mismo de acuerdo a los nuevos conceptos con que encubren los estadounidenses sus políticas guerreristas. Atento a la gravedad de lo expuesto y a las razones que desarrollaremos oportunamente en el recinto para sustentar estas afirmaciones dejamos constancia de la presente Observación en los términos reglamentarios fijados.