LA MULTIPLICACIÓN DEL TRABAJO GRATUITO DE LAS MUJERES EN PANDEMIA
- Por Marta Martínez, Legisladora CABA.
En el marco de la crisis económica a la que nos han llevado las políticas de los diferentes gobiernos, incluido el actual con el pago y la reestructuración de la deuda fraudulenta e ilegítima la vida de las mujeres se ha visto también golpeada por las políticas en relación a la pandemia.
Recientemente han salido dos informes publicados por el Ministerio de Trabajo y el de Economía que reflejan cómo la pandemia ha precarizado y continúa haciéndolo aún más la vida de las mujeres.
Debemos mencionar, en primer lugar, que las mujeres formamos parte de la clase trabajadora (aunque hay una brecha en favor de los hombres de 20 puntos porcentuales en la inserción en el mercado de trabajo) y todas las políticas que afectan al pueblo trabajador nos afectan, por ejemplo, la reducción del 25% del salario que arregló el gobierno con los empresarios y la CGT; el congelamiento de los salarios en el sector público y la falta de paritarias en docentes, entre otras.
Sin embargo, hay políticas que repercuten fuertemente en el desarrollo de nuestro trabajo diario, sea remunerado o no remunerado, porque la división sexual del trabajo limita y determina nuestra vida profesional y laboral. Ejemplo de ello es la feminización de algunas profesiones como la de educación y salud donde se encuentra fuertemente la presencia femenina. A cualquier actividad dentro del mercado laboral además hay que agregarle los trabajos no pagos de cuidado, limpieza y alimentación familiar, que son el 100% del día para aquellas mujeres que no se encuentran en el mercado laboral ya sea por falta de formación o de oferta laboral, y una segunda jornada de trabajo para quienes deben cumplir una en el mercado formal.
Según el informe presentado por el Ministerio de Trabajo, las mujeres aportamos el 15% del PBI con las tareas que realizamos de forma gratuita, es decir, las tareas de cuidado no remuneradas. Según sus cálculos son 96 millones de horas diarias de trabajo gratuito.
La pandemia visibilizó fuertemente la precarización de las mujeres dado que al caer algunas actividades fueron las que directa o indirectamente se vieron más afectadas. Por ejemplo, en la actividad comercial, atención al público, o bien, las trabajadoras de casas particulares que se quedaron sin trabajo a consecuencia de la inactividad de determinados sectores.
El informe del Ministerio de Trabajo da algunas cifras al respecto. Por ejemplo, en el sector de trabajo en casas particulares el 99% son mujeres, en la enseñanza el 73%, y en servicios sociales y de salud el 71%, seguramente si tomamos solamente el sector de enfermería que son les profesionales de la salud que se encuentran más expuestas y expuestos en la pandemia, este número aumente.
Uno de los impactos más fuertes lo tuvieron las mujeres empleadas en casas de familia que, dejando de lado algunas acciones vergonzosas de empleadores que exigían que continúen su trabajo a la fuerza, se vieron obligadas a dejar de prestar sus servicios y en muchos casos dejaron de percibir sus ingresos. Recordemos que este trabajo se encuentra altamente precarizado, cerca del 70% de las empleadas no se encuentra registrada.
Pero, además, muchas mujeres debieron quedarse en sus casas y dejar de trabajar, no solamente porque su actividad pudo ser no esencial en alguna de las fases por las que atravesamos sino porque al no tener clases les niñes generalmente quedan al cuidado de la madre dado que este es el mandato cultural de una sociedad patriarcal como la que vivimos y porque es más fácil dejar un trabajo peor pago como suele pasar con las ocupaciones feminizadas.
Por otro lado, la afección más fuerte al manejo del tiempo propio lo han tenido durante todos estos meses las mujeres a las que se les ha multiplicado el trabajo en los hogares ya que es el centro de todas las actividades en pandemia: laborales, familiares, escolares, entretenimiento y angustias de pandemia. Generalmente, en tiempos sin Covid-19, la distribución del tiempo entre varones y mujeres se diferenciaba en 30 puntos porcentuales entre la participación de mujeres (89% aprox.) y de varones (58% aprox.) en las tareas de cuidado, limpieza y quehaceres domésticos. Dentro de esta participación además hay que tener en cuanta el tiempo que ocupan quienes participan de estas tareas. En el mismo ejemplo de tiempos sin Covid-19 las mujeres ocuparon en promedio seis horas y media de su día en estas tareas mientras que los varones lo hicieron en el lapso de tres horas aproximadamente. Ahora bien, en el marco de la cultura patriarcal y sus imposiciones de tareas de cuidado a las mujeres, en tiempos de pandemia esta situación se vuelve realmente angustiante. Las tareas se multiplican, las horas de trabajo virtual se acomodan a las otras tareas pero no desaparecen, el apoyo escolar se profundizó, pero no se multiplicaron las manos con las que se llevan adelante las tareas dado que las tareas “de la casa y de los hijos” siempre recaen sobre las mujeres en las culturas patriarcales.
Según el informe presentado por el Ministerio de Trabajo, las mujeres aportamos el 15% del PBI con las tareas que realizamos de forma gratuita, es decir, las tareas de cuidado no remuneradas. Según sus cálculos son 96 millones de horas diarias de trabajo gratuito. El informe plantea que en el aporte al PBI las mujeres realizamos el 75% de las actividades que lo constituyen y que si multiplicaríamos estos números por el salario de una empleada de casas particulares la generación monetaria del trabajo sería de cerca de 3 billones de pesos al año lo que la constituiría en el doble de lo que aporta el sector de transporte y comunicaciones y casi cuatro veces las actividades de la construcción.
Mientras las grandes industrias, las empresas de telecomunicaciones, transporte o cualquier actividad se llena los bolsillos a costa del pueblo trabajador, recibe un bono complementario que lo extrae de lo que se ahorra al ser las mujeres las que realizamos las tareas de cuidado, limpieza, alimentación familiar
La imposición patriarcal del trabajo doméstico y las tareas de cuidado a las mujeres está, desde nuestro punto de vista, lejos de poder solucionarse con el pago de un salario a cambio de ese trabajo, un salario que legitimaría un rol que cuestionamos de raíz. La solución tampoco pasa por una división de las tareas entre hombres y mujeres. El único camino materialmente posible para la liberación de las mujeres pasa por la lucha a fondo por derrotar a este sistema y por un mundo en el que todas esas tareas, que hoy caen forzosamente en las mujeres, pasen a ser trabajos realizados fuera del ámbito doméstico, es decir, en comedores, guarderías y lavaderos públicos, en los cuales estas labores sean socializadas y cubiertas, en la misma proporción, por trabajadoras y trabajadores de los distintos sexos. Es sólo a partir de esta transformación radical que es posible la deconstrucción social de los roles de género tal como han existido, hasta ahora, en nuestra historia.
Mientras las grandes industrias, las empresas de telecomunicaciones, transporte o cualquier actividad se llena los bolsillos a costa del pueblo trabajador, recibe un bono complementario que lo extrae de lo que se ahorra al ser las mujeres las que realizamos las tareas de cuidado, limpieza, alimentación familiar. El mayor ahorro que tienen las empresas, además de la reducción de los salarios, es el no pago de todas aquellas actividades necesarias para que los hombres vuelvan a trabajar y que realizamos las mujeres.
Es por ello que tenemos que luchar como pueblo trabajador en conjunto con las reivindicaciones de la rebelión feminista para derrotar la lógica capitalista patriarcal de explotación y opresión. La pandemia vino a visibilizar la crisis en la cual se encuentra un sistema que todo lo arrasa y cuyas consecuencias siempre pagamos el pueblo trabajador en su conjunto y más profundamente las mujeres.