UN AÑO DE AJUSTE, LUCHAS Y TRAICIONES DE LA DIRIGENCIA
Recientemente se cumplió un año de la llegada de Milei al poder. Larguísimo año para la enorme mayoría de la población castigada por el brutal ajuste del gobierno. La motosierra arrasó con todo: salarios, jubilaciones, educación, salud, ciencia y tecnología, vivienda, nada quedó fuera de su alcance. Despidos y tarifazos hicieron lo propio para multiplicar la angustia de millones de familias trabajadoras. En apenas un año el retroceso general en las condiciones de vida del pueblo fue prácticamente inédito por su intensidad. La pobreza creció obscenamente al igual que la indigencia. Que en este país haya miles de chicxs que tengan que resignar alguna comida diaria, o que adultxs mayores se tengan que quedar sin sus medicamentos, no es sino la cara más brutal del ajuste.
Pero no todos perdieron. Sobre este brutal y descarnado escenario, festejan los bancos, las grandes empresas energéticas, las alimenticias, y todo tipo de usureros que se llenan los bolsillos con la bicicleta financiera. Muchos de estos grupos económicos tuvieron un fin de año para festejar con ganancias que van del 400 al 800%. También podrá celebrar el FMI, que supo contar con un gobierno al que no le tembló el pulso a la hora de fijar prioridades: en tiempos donde “no hay plata”, ese organismo recibió U$S 2.245 millones netos durante el 2024. Allí fue a parar la plata que Milei vetó para las universidades y las jubilaciones.
Este violento ajuste no se explica solo por la voluntad y decisión del tándem Milei-Caputo y su séquito de arribistas que coyunturalmente dirigen el Estado. Más allá de que objetivamente sean los responsables políticos de tanta violencia y de su particular cinismo para llevarla adelante, su programa de reformas antiobreras y de ajuste al pueblo tiene raíces estructurales y sistémicas. Es el reflejo político de una economía hiper endeudada y profundamente extranjerizada y concentrada cuyo desarrollo va delineando los límites de un país para pocos. La Deuda Externa, originada con la dictadura genocida y convalidada por todos los gobiernos sin excepción hasta ahora, ha sido y es un sistema permanente de sustracción de riquezas. La concentración y extranjerización del aparato productivo y financiero del país, también ha implicado un drenaje constante de divisas a través de la fuga de capitales y de las remesas de utilidades. Es esta economía transnacionalizada y atada al endeudamiento externo la que poco a poco, y de crisis en crisis, ha llevado a multiplicar la explotación, el saqueo, el extractivismo y el hambre en el pueblo, mientras que la riqueza se sigue acumulando en pequeñas manos.
Es esta deshumanización propia del desarrollo capitalista la que, tanto aquí como en gran parte del mundo, pone en crisis todo el sistema de representación y la institucionalidad política. Precisamente porque se pone cada vez más al desnudo que estas democracias representativas y toda su ingeniería institucional (los poderes ejecutivos -tanto nacional como provinciales-, legisladores, jueces, servicios de inteligencia y el conjunto de la dirigencia política) están al servicio de los grandes poderes económicos. Es esta ligazón sistémica de intereses la que además multiplica la corrupción en cada intersticio del poder político y la vuelve estructural. Los bolsos de Kueider y los “toma y daca” en el Congreso durante este año de Milei para sacar leyes (o evitar que se rechacen los vetos de ajuste), no es una excepción sino el modus operandi de la dirigencia política atada a los intereses empresariales. Por eso se acrecienta el malestar de los pueblos hacia estas democracias representativas y corruptas, verdadero mascarón de proa de las grandes corporaciones económicas, y que en tiempos de crisis del capitalismo no tienen estructuralmente nada para ofrecerle a las mayorías populares y trabajadoras. La profundidad de la crisis argentina a la que se llegó precisamente por la asfixia de la Deuda Externa y la estructura económica del país, pone definitivamente en cuestión y muestra los límites de todo proyecto reformista “nacional” y “popular” del tipo PJ-K. Su crisis actual no es una cuestión de “egos” o de “falta de nuevos liderazgos”, sino que es el resultado de no tener ningún proyecto alternativo que ofrecer para dar respuesta a los problemas de fondo: deuda, saqueo, extractivismo, concentración y extranjerización económica, etc. Se podría decir que este año lo único que “reveló” el “principio de revelación” mileísta fue esto: un proyecto verdaderamente alternativo y de desarrollo para el pueblo laburante tiene que ser radical y dependerá de las y los de abajo construirlo.
¿Un pueblo que “aceptó” el ajuste o una dirigencia que obstaculizó la lucha?
Entre otras “revelaciones”, el año transcurrido mostró el nefasto rol de las direcciones político-gremiales. Contrariamente a lo que dijo Cristina Fernández en su reciente discurso al responsabilizar al pueblo de “aceptar” las políticas de ajuste de Milei, durante este año de gobierno hubo luchas muy importantes de un numeroso sector de la población. Ni bien asumió el nuevo gobierno surgieron sectores desde el pueblo para enfrentarlo como ocurrió con la movida de la izquierda del 20 de diciembre, las masivas movilizaciones auto-convocadas protagonizadas por las asambleas barriales en distintos lugares del país, y la lucha de lxs trabajadorxs de la cultura. Ante la falta de convocatorias de la dirigencia, el pueblo no esperó y salió a enfrentar de entrada el programa de ajuste que había anticipado en campaña el nuevo gobierno. Pero esto fue solo el comienzo. A estas primeras reacciones habrá que sumarles los dos paros generales de la CGT y las marchas que tuvo que convocar por el extendido malestar social. Fueron masivas, lo que evidenciaba que ánimo para enfrentar el ajuste, había. Luego la CGT se guardó y evitó convocar a un plan de lucha que seguramente le hubiera dado desarrollo y fuerza al movimiento obrero y popular. No solo eso, hizo algo peor aún: transó con el gobierno acuerdos basados en desalentar luchas y paros a cambio de que les respeten sus cajas sindicales y no se metan con la duración de sus mandatos.
Así y todo, el pueblo laburante no se “guardó”. Ya había mostrado predisposición a luchar con la gran movilización feminista del 8 de marzo, y la posterior del 24 de marzo (enorme y potente). Sin embargo, fueron “apenas” un preludio a la histórica movilización universitaria del 23 de abril, con pocos antecedentes en masividad. Lucha que terminó desinflándose gracias a la enorme traición de sus conducciones que apostaron a la transa en el Congreso y no a la movilización.
Tampoco “aceptaron” el ajuste lxs jubiladxs que se movilizaron contra el veto de Milei, ni la docencia que luchó en varias provincias, entre ellas lxs docentes de Misiones (que hasta incluso mostraron un importante grado de auto-organización por abajo). Todas esas luchas fueron aprovechadas, además, por sectores de trabajadorxs y populares que se sumaron a ellas de forma autoconvocada para expresar su bronca y su necesidad de pelear.
La lista de quienes “no aceptaron” el ajuste sigue. En ella hay que incluir lxs trabajadorxs del Estado que pelearon contra los despidos; el conflicto en Aerolíneas Argentinas; la lucha de lxs trabajadorxs en el Hospital Bonaparte que impidieron el cierre del hospital peleando desde abajo, auto-organizándose en forma asamblearia y apelando a rodearse de la solidaridad obrera y popular; la lucha por parte de diversos sectores industriales como en el caso de los aceiteros; y finalmente la irrupción desde abajo del movimiento estudiantil universitario.
Los últimos días del año y comienzos de éste los despidos en el Ministerio de Justicia y el cierre del Haroldo Conti, en la ex-ESMA, están mostrando nuevamente las ganas de luchar de sectores importantes de la clase y de sectores populares (con el “Abrazo” del 27 de diciembre, la presencia de luchadorxs junto a lxs trabajadores el 2 de enero y el importante Festival del sábado 4 último en el mismo lugar) y el rol nefasto de la dirigencia sindical y política tradicional con políticas para desgastar y descomprimir.
Considerando que en las últimas elecciones casi la mitad del pueblo expresó su rechazo visceral a Milei, es muy probable que otros sectores de la población se hubiesen movilizado y enfrentado el ajuste de haber habido una perspectiva para esa lucha que incluyera un horizonte político de mediano y largo plazo. La crisis del PJ-K, su imposibilidad estructural de proponer un proyecto alternativo de país que rompa con el FMI y ataque esa estructura transnacionalizada y de endeudamiento, proyecta un horizonte de resignación, electoralero y posibilista. Todo lo que llevó a que Milei esté hoy en el poder. Sin duda la falta de un proyecto político que entusiasme le puso límites a la lucha obrera y popular.
A pesar de la deserción, e incluso la obstrucción directa por parte de las direcciones, el pueblo trabajador dio pelea. Sin embargo, hasta el momento no fue suficiente para dar lugar a procesos de lucha independientes en los que puedan surgir vanguardias que desborden las dirigencias tradicionales (a pesar de que en varios gremios y lugares el malestar obrero presionó para que las burocracias se vieran obligadas a convocar a medidas de lucha aisladas o parciales sin continuidad). La magnitud de los desafíos para el pueblo trabajador radica en superar el chaleco de fuerzas que implica la dirigencia, no solo para derrotar el programa de ajuste del gobierno, sino para la construcción de una alternativa política donde se prioricen las necesidades populares y no el lucro empresario.
¿Seremos capaces de construir una alternativa sin dirigentes?
Creemos que esta pregunta cobra cada vez mayor relevancia en tiempos donde la crisis del PJ, que ha sido la dirección histórica del movimiento obrero y popular, se agudiza cada vez más. Lo que este año que pasó se expuso al rojo vivo es el reflejo de lo que pasa en el mundo: la crisis del capitalismo puede conducirnos a mayores peligros a los pueblos, pero también se abre la posibilidad de construir un proyecto radicalmente alternativo si se pelea desde abajo. Ante estos desafíos emancipatorios de la clase y el pueblo, la respuesta no puede ser reemplazar las actuales direcciones por otras (revolucionarias) como tradicionalmente viene planteando las fuerzas de izquierda como las del FIT, sino pelear por la autodirección del pueblo trabajador. ¿Seremos capaces de organizarnos sin dirigentes, no solo para pelear contra el ajuste de Milei, sino para promover un proyecto alternativo de país que dé respuesta a los problemas estructurales? Es decir, no solo que sean organismos de lucha, sino también embriones que permitan prefigurar una forma de organización política diferente a esta democracia representativa. Contraponer la cultura de la dirección a la pelea porque la clase y el pueblo se autodirija, es una manera también de empezar a hacer experiencias de autogobierno, de superar los límites que impone la conciencia gremial (luchar sólo por reivindicaciones como el salario y condiciones o puestos de trabajo) para acceder a una conciencia política donde sea la clase misma la que discuta y defina un programa alternativo por el que luchar.
Pero estos pasos no se van a dar espontáneamente. Hay que construirlos desde abajo. En la pelea cotidiana. Este 2025 será nuevamente un año de elecciones, y sabemos que toda la dirigencia política y gremial apostará a canalizar el malestar y la bronca al interior del régimen. Más allá de cómo se intervenga en ese proceso electoral será clave entonces, para enfrentar la violencia de los de arriba, empujar con mayor fuerza, desde abajo y unitariamente todas las luchas posibles, pero también promover su articulación y solidaridad de clase, sin ninguna confianza en los mecanismos institucionales del régimen que nos llevaron a esta dramática situación socio-económica. Sobre ese terreno fértil de la lucha cotidiana, será indispensable que activistas y luchadorxs nos agrupemos alrededor del principal objetivo estratégico: aportar a la pelea por que la clase obrera avance en procesos de auto-organización y auto-dirección barriendo a la dirigencia como parte de un proyecto y horizonte de auto-emancipación.