A 44 AÑOS DEL GOLPE MILITAR Y EL COMIENZO DEL GENOCIDIO
24 de marzo de 1976. Muy pronto las Madres sintieron que su lugar era la calle. Había dictadura y precisamente tenían que enfrentarla. Y allí fueron. Se sentían aisladas pero la Plaza, llena de historia, les dio nombre y lugar de lucha. Nos contagiaron. No hubo represión ni miedo que las parara. Miles de vidas militantes, obreras, estudiantiles las empujaban. Años de lucha contra la impunidad. Muchas ya no están y sin embargo están. En esos queridos pañuelos blancos que nos siguen contagiando alrededor de la Pirámide o acompañando las mejores luchas. El juicio a las Juntas, Semana Santa, la obediencia debida, los indultos, los 20 años, el 2001, otra vez los juicios, Julio López, 40 años, el 2×1, Santiago Maldonado. Cada generación vivió la suya. Y ellas todas. Esas y tantas más, contagiándonos. A veces más pañuelos, a veces menos, pero siempre hay algún pañuelo blanco, siempre están. Coincidiendo, discrepando, queridas, entrañables. Un 24 distinto, pero igual de desafiante. Cualquier intento de hablarnos de obedecer debe encontrar una muralla. La pelea por la Memoria, la Verdad y la Justicia no debe quedar nunca más aislada. Hoy desde los balcones, desde las redes, desde donde estemos, imaginando el codo a codo de siempre. Con esos vínculos indestructibles de los pañuelos blancos que el pueblo hizo propio. Pronto estaremos de nuevo en las calles y en la Plaza. Y estarán aquellos miles de vidas militantes. Hoy, 24, dolor y bronca siempre rebelde, decimos, cantamos, gritamos “Madres de la Plaza, el pueblo las abraza”. Ese grito que derrotó dictaduras y recorrió el mundo no lo acalla ni la más brutal pandemia. Las voces, las de ellas, las nuestras, aisladas no se aíslan, se contagian, se estrechan. No entran en cuarentena.
24 de marzo 2020